lunes, mayo 16, 2005

E14 El Peregrino Ensayo

El Peregrino
por Alfredo Gutiérrez Borrero
Ensayo escrito originalmente en mayo 20 de 2003 bajo el título de "Ciberdelirio"


William Walpole Wad fue especial.
Entre los estudiantes del instituto tecnológico de Massachussets (MIT) implicados en transmisión experimental de información, sólo él bromeaba con mensajes que un computador descomponía en trozos que enviaba separados hasta otra máquina dentro de la cual se reunificaban.
Era 1964 y ese recién divulgado ‘sistema de paquetes’ desarrollado por militares norteamericanos se investigaba también en California y Gran Bretaña.
Dicho método permitiría al Departamento de Defensa de los Estados Unidos vincular bases informáticas diseminadas por ese país mediante un sistema descentralizado y resistente (aunque fuera parcialmente destruido) a catástrofes naturales, ataques nucleares o sabotaje enemigo.
Sobre ese principio la Universidad de California instaló en 1969 los primeros componentes de una red de computadores denominada Arpanet.
Qué progresaría para convertirse en un cosmos simulado:
Internet.

Buenaventura
William Walpole Wad fue afortunado.
Vivió rodeado de cambios tecnológicos.
Un amigo suyo —el ingeniero estadounidense Ted Nelson— creó documentos electrónicos que podían leerse entremezclados en la pantalla del computador.
‘Hipertextos’.
Su colega, Ray Tomlinson, organizó el primer software de correo electrónico para comunicar a los desarrolladores del Arpanet. Luego otro conocido suyo, Lawrence Roberts, genio del MIT, perfeccionó un programa para escribir, recibir, archivar, redirigir y responder mensajes informáticos.
William advirtió lo que sucedía.
Estaba apareciendo un emporio de sonidos, imágenes y símbolos cuyas posibilidades desafiarían la objetividad lineal.
Un reino electrónico.
Otra realidad.

Atención
William Walpole Wad fue curioso.
Como Cristóbal Colón.
Anticipó el ecosistema informático que estaba emergiendo
Más que perfeccionar un mundo viejo quiso descubrir otro.
Uno superior a la esférica Tierra.
Amorfo. Ilimitado.
Durante dos décadas, hasta los años 80, conforme Internet se sofisticaba, William especuló con posibles migraciones al universo digital. Más que navegarlos ansiaba bucear en la corriente de datos que ingresaban al sistema planetario.
A diferencia de los estudiosos de la evolución cibernética que intentaban combinar el humano con la máquina, él pensaba en un viaje del humano hacia dentro de la máquina.
Comenzó a trabajar para lograrlo.

Palabras
William Walpole Wad fue intuitivo.
Las largas series numéricas de los Protocolos de Internet (IP), que entonces se usaban para desplazarse a los ‘sitios’ dentro de la red, obstaculizaban sus planes.
En 1984 eso acabó.
Surgió el Sistema de Nombres de Dominio (DNS), que simplificó el manejo de Internet con sufijos de tránsito (.edu, .com, .gov, .org) y códigos nacionales (.co, .ar., .mx).
Las letras reemplazaron a los números.
Y William sabría capitalizarlo.
Apenas conoció lo que Timothy Berners-Lee, físico e ingeniero británico, adelantaba con el Centro Europeo de Energía Nuclear en Ginebra, Suiza, se ofreció a colaborarle.
El proyecto llamado World Wide Web (WWW) fue operacional en 1989 y se empleó pronto en universidades de todo el mundo.
Lo componían diversos programas, normas y protocolos que disponían la forma en la cual archivos de multimedia (documentos que incluían textos, fotografías, graficas, video y audio) se organizaban y desplegaban en Internet.

Diferencias
William Walpole Wad tuvo claro algo inadvertido por mucha gente.
Internet y World Wide Web son conceptos distintos.
Internet comprende tanto la WWW como equipos físicos (el hardware: computadores, servidores, enrutadores, conexiones) y asimismo programas y protocolos ajenos a la WWW pero compatibles con ésta. Además involucra varios métodos de vincular computadores, como Telnet, FTP o Gofer.
La WWW (o más comúnmente ‘La Web’) es, en cambio, un entramado electrónico de recursos informativos localizados en la memoria de computadores extendidos por todo el planeta sobre los cuales un usuario se desplaza usando links entre documentos.
William concibió la Internet como un computador mundial y la WWW como su gigantesco sistema operativo.
La Web, aunque sea la más popular, sólo es una parte de Internet.
Varía de otros componentes de la red en las reglas que los computadores adoptan para intercomunicarse y en la accesibilidad a informaciones aparte de las textuales.
Es complicado visualizar películas y archivos multimedia con métodos distintos a la web.
La web era lo que William necesitaba.

Simbiosis
William Walpole Wad mezcló los impulsos eléctricos del cerebro y del computador.
A finales de los años 90 superó el binomio hardware / software e inventó un programa orgánico.
Una interfaz entre la máquina y el organismo.
¡Wetware!
Que, en teoría, permite hacer cosas como copias digitales del contenido neuronal. O replicar emociones y recuerdos. O agregar al intelecto de un individuo en forma instantánea nuevos idiomas o habilidades.
Con el lanzamiento en 1993, del ‘Mosaic’, primer navegador Web internacional gráfico de simple uso (seguido por Explorer de Microsoft y Netscape navigator) se inició la Era de los Cibernautas.
En el año 2000 empresas proveedoras de servicios de Internet (ISP), como America Online, Compuserve y muchas abastecedoras locales, suministraban, a precios razonables, conexiones a la red mediante cable o módems que marcaban un número telefónico de acceso. Millares de sitios web eran aprovechados por enormes cantidades de usuarios gracias a computadores personales (PC) ahora más baratos y potentes.
Después llegó el momento.
Los formidables motores de búsqueda (como Google, Yahoo y MSN-search) alcanzaron la masa crítica de seres humanos acoplados al mayor cúmulo informativo de la historia.
Y William activó su wetware.

Electrognosis
Al comenzar el Tercer Milenio, William Walpole Wad, introdujo en la red una ramificación virtual de su propia mente.
Hoy ignora en qué lado de la pantalla se encuentra.
Está totalmente esquizofrénico.
¿Y qué?
En cierto sentido es omnipotente. Experimenta millones de identidades y perspectivas. Incluso las nuestras.
Cada vez que digitamos una dirección web, seguimos fragmentando y multiplicando su personalidad con la triple ‘W’ que es un código de extensión wetware.
Y también sus iniciales.

Inmaterial
William Walpole Wad se distingue de los demás datos, nombres y fechas aquí consignados.
Porque no existe.
Es ficticio. Irreal.
Pero posible.
O más bien, hiper-real.
Habita esa dimensión aparente.
Donde la locura juega videos.

miércoles, mayo 11, 2005


Philp José Farmer.. Un escritor que recomiendo a todos los relacionados con el mundo de la arquitectura y el diseño. Posted by Hello

E13 Homenaje a Philip José Farmer

Volver del Mundo del Río

Por: Alfredo Gutiérrez Borrero, originalmente escrito el 26 de marzo de 2004

Los últimos tres meses estuve viajando por el Más allá. Fallecí, o como si lo hubiera hecho. Del sábado 20 de diciembre de 2003 al martes 16 de marzo de 2004 hice una fabulosa excursión por el planeta de los difuntos. Y visité lugares a los que todos iremos. Hoy, mañana o pasado. Al menos eso sostiene mi guía turístico, Philip José Farmer, un tipo menos clásico que Dante Alighieri, más moderno que Edgar Allan Poe (y no tan sombrío como Howard Phillips Lovecraft ni tan frívolo como Stephen King).

La travesía la realicé a bordo de un cómodo lecturavión de LIF (Líneas Imaginarias Farmer) el cual, según calculo, invirtió grosso modo cuarenta y tres horas en recorrer las 614000 (seiscientos catorce mil) palabras que separan el título inicial del punto final de cinco sustanciosos libros: la saga del Mundo del Río. Durante casi noventa días conviví, página a página, con muertos vivientes de todo tiempo y lugar, quienes me reportaron muy variadas experiencias: unas aterradoras, otras ininteligibles, algunas desilusionantes y absolutamente todas sensacionales. Tanto como para redactar un extenso comentario publicitario al respecto con la esperanza de estimular a otros a emprender el mismo tour. Y a la vez hacer hincapié —una vez más— en la utilidad que tiene leer para hallarle sentidos a la vida. Por supuesto, cuando hablo de “muertos vivientes” no me refiero a zombis sino a individuos resucitados. Normales. Como tú y yo. Sólo que visualizados por la mente creativa de un autor: Philip José Farmer, a quien ya mencioné.

Farmer, nacido en enero 26 de 1918 (en North Terra Haute, Indiana, Estados Unidos) y fruto de un singular guiso étnico que incluye antecesores ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes y nativos cherokee del este norteamericano, creó varios universos literarios. El más excitante y conmovedor de ellos aparece en la saga del Mundo del Río la cual relata lo que acontece en un lugar donde todos lo que han muerto despiertan ¡al mismo tiempo! Sin ángeles. Y sin demonios ni juicio final. Definitivamente no es un plano astral ni metafísico. Sino un planeta como la Tierra. Pero mucho más próximo al centro de la galaxia (si acaso está ubicado en esta misma galaxia). Allí, incluso a mediodía, se pueden vislumbrar estrellas gigantes y en la noche el paisaje celeste se incendia con radiantes nebulosas. Cuando el sol se oculta es posible observar a simple vista constelaciones completas. El día dura veinticuatro horas (lo mismo que el terrestre), sólo que el planeta en cuestión no está inclinado sobre su eje y en consecuencia carece de estaciones. Es, en fin, un lugar que recomiendo conocer.

Fructíferas cosmovisiones
Como Larry Niven con Mundo Anillo, Terry Pratchett con Mundo Disco, Isaac Asimov con el ciclo de las fundaciones, J. R. R. Tolkien con la Tierra Media y en general todos los grandes autores de fantasía y ciencia ficción, lo realmente valioso de un hombre como Philip José Farmer es que su obra abre un horizonte creativo para que otros escritores (y junto con ellos millones de lectores) lo exploren, lo colonicen y lo habiten cada uno a su manera.

Es inevitable sumergirse en su cosmovisión.

La saga del Mundo del Río comenzó a gestarse en la mente de Farmer, hacia enero de 1965, con la publicación de ‘El día del gran grito’ al que siguieron otros cuentos como ‘El expreso del suicidio’ y ‘El mundo del río’ los cuales derivaron en un exuberante recorrido fantástico que se compiló en cinco novelas y se extendió hasta 1983.

Vaticino que, en algún momento durante las próximas décadas, el Mundo del Río será llevado al cine y entonces sufrirá el mismo destino que La Biblia, La Divina Comedia, El Quijote de la Mancha, Frankenstein, Drácula, Tarzán y —muy recientemente— el Señor de los Anillos; es decir, se convertirá en una obra masivamente divulgada, comentada hasta el máximo, y en buena parte adulterada, que casi todos afirmarán conocer pero muy pocos habrán leído de veras. O siquiera hojeado. U ojeado.

Ojalá la leas antes que eso pase, pues así, cuando se cumpla mi profecía, podrás sacar pecho y sentirte pionero, dueño de una íntima versión de los hechos. Te aseguro que, como viajero precursor del Mundo del Río, experimentarás en esa época la misma sensación que hace poco nos embargó a los lectores de vieja data de las obras de Tolkien (cuando la trilogía de Peter Jackson, sobre las andanzas de Frodo y compañía, invadió los cinemas del mundo); te poseerán impresiones ambiguas al saber, por ejemplo, que quienes antes ridiculizaban tus lecturas fantásticas resultan repentinamente conmovidos por una versión cosmopolita, tecnológica y abreviada de las mismas; encontrarás con deleite que algunos entre esos multitudinarios invasores de los multiplex quieren ahora recorrer senderos similares al tuyo y comprar los libros originales (¡y hasta es posible que los lean!); y asimismo te indignarás cuando otros (la abrumadora mayoría, en realidad) asuman que sólo por arrellanarse frente a una pantalla (muchos atentos a sus parejas o a las palomitas de maíz, y otros tantos a dormir la siesta) dominan el argumento con la intensidad de un auténtico aficionado de corazón... Como tú. Quizá hasta refunfuñes un despectivo “no se lo merecen” como el mayordomo del comercial. ¡Qué osados son esos cinéfilos advenedizos! Mira que atreverse a suponer que percibieron en unos minutos lo mismo que a tú tras muchas horas! (Ahora bien, si somos justos, lo mismo podría opinar de ti el escritor... pues leíste en unas horas lo que él estructuró en, digamos, ¿años?). Tal es la dinámica que se cumple en todos los campos del quehacer humano: uno confecciona un vestido en semanas y otro lo acepta o lo desecha en minutos; éste se toma meses pintando un cuadro y aquél apenas si le da un vistazo; y aunque saberlo no cambia las cosas, pues además es lo más natural, quizá tomar conciencia de ello sirva para apreciar más el esfuerzo ajeno.

De cualquier forma —y espero encuentras consuelo en ello— los lectores preceden invariablemente a los espectadores, de la misma manera que los escritores a los guionistas y éstos al director. Y es delicioso, de vez en cuando, dejarse llevar por el sabroso aunque inútil síndrome del “pero yo lo vi antes”. O, más exactamente, lo leí (o lo descubrí) primero.
¡Ja!

Y tras reír paso a especificar detalles.

Particularidades de un mundo particular
Los únicos animales del Mundo Río son peces de insólita variedad como el inmenso pez dragón. No hay aves, ni insectos, ni cuadrúpedos. Entre la vegetación sobresalen los árboles de hierro (casi indestructibles y de cuatrocientos metros de altura); asimismo hay especies maderables menores, tupidas hierbas y cañaverales. La saga relata la conformación de sociedades ribereñas por parte de unos humanos desorientados tras haber sido revividos sin tecnología, ni vestido, ni herramienta alguna (aunque con los mismos conocimientos y recuerdos de sus vidas en la Tierra); y en unas mezclas muy diversas (la población de un sector puede estar constituida, por ejemplo, en un 70% por nativos muiscas precolombinos, en un 20% por coreanos de finales del siglo XX y el restante 10% por individuos originarios de un sinnúmero de razas, tiempos y lugares). De ellos muy pocos se conocen previamente, pues la mayoría de los miembros de las familias y las comunidades terrícolas han sido resucitados, separados por miles de kilómetros, en medio de extraños y no vuelven a reunirse jamás. La probabilidad de un encuentro es muy baja por cuanto el río es tan largo que un barco puede navegarlo por cuarenta años sin recorrerlo todo; y aunque se diera la coincidencia entre unos y otros difícilmente se reconocerían, pues, hijos, padres y abuelos tienen ahora edades idénticas y, en consecuencia, fisonomías diferentes a las últimas que cada quien ostentaba en la Tierra.

Otro aspecto interesante es el colapso de las ideas económicas, políticas y religiosas, de los tabúes y las morales tradicionales pues el Más allá que encuentran los resucitados no estaba en las expectativas de nadie. Además, ante eventualidades como la perspectiva de la eternidad o la esterilidad generalizada ¿quién querría mantener la unión matrimonial como un estado definitivo? Por supuesto, y pese al excepcional intercambio cultural, pronto se repiten las mismas directrices sociológicas que se daban en la Tierra: los más fuertes monopolizan el poder, la riqueza y las provisiones que los Éticos (a quienes me refiero luego) distribuyen a través de las piedras de los cilindros (según describo después); se construyen viviendas, barcos, armas, utensilios y vestidos. Llegan la violencia, el crimen y la guerra (si bien no hay enfermedades, ni se necesitan médicos, pues las heridas curan a velocidad asombrosa), y quienes mueren (¡porque aquí también existe la muerte!) despiertan a muchos kilómetros de distancia en un lugar diferente del río y otra vez a bordo de una réplica exacta de su cuerpo a los 25 años. Al parecer son inmortales.

Capítulo aparte merecen los maravillosos cilindros metálicos. Cuando dichos objetos se insertan, a determinadas horas del día, en ranuras dispuestas a tal fin (dentro de ciertas piedras en forma de hongo que a lo largo del río suministran la energía y los víveres) en su interior se materializan variados menús (compuestos siempre por alimentos familiares a los que los humanos consumían en la Tierra, bebidas, cigarros y una goma que estimula el deseo sexual). Cada piedra de cilindros posee cientos de ranuras y los Éticos han diseñado un cilindro especial para cada individuo de modo que sólo éste —y nadie más con ningún medio conocido— pueda abrirlo. Quien muere revive siempre con una nueva versión de su cilindro específico al lado, así que la pérdida de tal aparato ocasiona grandes problemas (u obliga a quien la sufre a suicidarse para poseer un nuevo cilindro propio). Excepcionalmente uno de cada miles de cilindros es un ‘comodín’ y puede ser usado por cualquiera; por tal motivo los ‘comodines’ son muy codiciados y atesorados por los gobernantes y reyezuelos del Mundo Río.

Historia de un mundo fantástico
Al principio, Richard Francis Burton, afamado (y denigrado) viajero inglés, lingüista, literato, espadachín, y antropólogo, fallece en 1890 a los 69 años de edad. Y para su sorpresa, recobra el sentido en un descomunal recinto dentro del cual levitan millones de cuerpos durmientes. Todos humanos salvo un curioso ser (humaniforme sí, pero de otra especie). Antes de que reaccione, dos hombres llegan en una curiosa nave y lo adormilan de nuevo.

Cuando Burton despierta al fin, está acostado junto a un caudaloso río que cruza un valle rodeado por infranqueables montañas. Su organismo es joven otra vez y sin defectos. Él y otros treinta y cinco mil millones de humanos han sido resucitados. Allí estamos (o estaremos) quienes hemos muerto en la Tierra (como yo, mientras leía) redivivos en la ribera de ese río larguísimo (dieciséis millones de kilómetros según es revelado luego), desnudos, bajo un cielo desconocido y en un planeta misterioso.

Los adultos que expiraron con más de 25 años recuperan los cuerpos que poseyeron a esa edad. Los terrícolas fallecidos con menos de veinticinco siguen desarrollándose (y lo harán sólo hasta aparentar tener ese misma lapso. Luego no envejecerán más); en cambio, quienes murieron a edades tempranas (5 ó menos años) no están allí. Los sexos y sus apetitos subsisten pero no habrá embarazos. Han sido esterilizados. Todos están totalmente rasurados. El cabello les recrece únicamente en el cráneo (los machos no volverán a tener barba. Asimismo están todos circun­cidados). El río tiene en promedio dos kilómetros de ancho y a ambos lados —cosa de cada 800 metros —unos hongos de piedra liberan cíclicamente energía y víveres en abundancia (comida, tabaco, droga y alcohol).

Con el tiempo algunos descubrirán que la resurrección masiva no es obra divina. Sino debida a la tecnología de seres que permanecen anónimos durante ‘A vues­tros cuerpos dispersos’, que es el primer volumen de la saga. Los causantes de tal prodigio son los Éticos (como se autodenominan), ellos insertaron grabadoras especiales en la Tierra, siglos antes que los humanos primigenios surgieran de los simios. (O eso hacen creer a Burton y a otros varios, incluidos los lectores, a lo largo de la saga). Gracias a dichas máquinas, que registraron el aspecto y las vivencias de cada individuo desde su concepción hasta su muerte, los Éticos reconstruyeron los cuerpos. Ellos son, asimismo, los diseñadores de unas almas artificiales que lla­man wathans. Es más, en el cuarto volumen (‘El laberinto mágico’), se indica que las almas naturales no existen.

Al principio, los huéspedes del Mundo del Río asumen que todos los muertos entre el año dos millones antes de Cristo y el 2008 de la era cristiana han sido reanimados. Luego advierten que faltan los niños muertos en la Tierra con menos de cinco años, los retardados mentales, y los psicópatas irremediables (un Ético insurrecto le comunica a Burton que éstos han resucitado en otro planeta: el Mundo Jardín). Más adelante es revelado que únicamente los nacidos entre el 99.000 a. de J. C. y el 1983 d. de J. C. están ubicados en el Mundo del Río. Todos los que sucumbamos de 1983 en adelante, como tú o yo, seremos resucitados por tanto en una segunda fase cuando el actual proyecto Ético concluya.

Los Éticos son los sucesores de otras culturas avanzadas, varias no humanas, que han acordado grabar y revivir a las especies inteligentes de muchos planetas en el cosmos para evitar que desaparezcan del todo. Algunos Éticos, simulando ser terrícolas, han propagado en el Mundo del Río la noción religiosa del “Seguir Ade­lante”, según la cual sólo se salvarán aquellos individuos que —tras los cien años terrestres que abarcará el proyecto— alcancen un mínimo grado de bondad (ético) para conseguir fusionar sus wathans con la esencia de ‘Dios’. Transcurrido ese lapso el plazo concluirá y quienes no reúnan las condiciones morirán para siempre.

Los Éticos inoculan dicha creencia a la población de la riberas del río mediante inéditas religiones que surgen en el valle, como la Iglesia de la Se­gunda Oportunidad, cuyos apóstoles propagan asimismo entre los conversos el esperanto (lenguaje artificial creado por el oculista polaco Ludwik Lejzer Zamenhof en 1887) único idioma fácilmente comprensible para mezclas humanas procedentes de tan diversas épocas y territorios.

Burton y otros más son contactados por un Ético que oculta su identidad. Los terrestres lo denominan X o el Misterioso Extraño. X (en realidad Loga, el miem­bro rebelde del Consejo Supremo de los Doce) se ha revelado contra los planes de sus camaradas. Alega varios motivos para ello, pero el verdadero, se sabrá luego, es dar más tiempo a algunos familiares suyos que están entre los revividos para que evolucionen. X implica como auxiliares en su conspiración a algunos resucitados, entre ellos Burton, Sam Clemens (el escritor Mark Twain), Cyrano de Bergerac, un gigante (titántropo) llamado Joe Miller, el héroe del Oeste Tom Mix y otros humanos señalados. Los integrantes de este grupo están destinados a encontrarse, con el paso de los años, para emprender una peligrosa expedición, que descifrará todos los misterios, hacia el lugar en el cual los Éticos han construido su cuartel general: un paraje recóndito donde tiene su principio y su final el inmenso Río.

El imponente cuerpo de agua, averiguan, nace en el pequeño mar polar del ártico de aquel planeta, zigzaguea de arriba abajo por un hemisferio, circunvala el polo sur, y luego zigzaguea por el otro hemisferio asimismo de arriba abajo, siempre incrustado entre codilleras infranqueables, para desembocar en su misma fuente (el mar polar del norte) donde se alza, sobre el rocoso lecho marino, la gigantesca torre edificada por los Éticos como puesto de mando. El interior de tal construcción contiene un sinfín de prodigios, incluidos los circuitos y el colosal cerebro proteínico de la Computadora planetaria. Un gran pozo central almacena todos los wathans de los fallecidos (cuyos organismos son preservados como grabaciones virtuales). Cuando se reproduce el cuerpo de una persona para resucitarla su wathan se acopla de inmediato a él. Es el wathan, el que conserva todas las memorias físicas y permite duplicar la morfología y la idiosincrasia individuales; igualmente, el wathan aporta la autoconciencia del binomio mente y cuerpo. Sin wathan, el organismo de un individuo perdería su autoconciencia y sería imposible ‘copiar’ su identidad.

Un mundo en cinco episodios
El primer libro ‘A vuestros cuerpos dispersos’ (y mientras mujeres y hombres, en las márgenes del extraordinario río, se enamoran, se destrozan, se asesinan y resucitan, sin comprender aún por qué o cómo están allí) describe las tentativas de Burton por eludir la persecución de los Éticos quienes saben de su despertar en la fase de preresurrección por obra del Ético renegado. Entre tanto el ex jefe nazi Hermann Goering ánima la trama con una crueldad similar a la que exhibió en la Tierra. Con ayuda del Misterioso extraño, Burton burla a los Éticos y recorre el río en el “Expreso del suicidio” quitándose la vida 777 veces (en todas revive en una copia exacta de su cuerpo o ‘psicomorfo’). Al final es capturado. El Consejo de los Doce (entre quienes se esconde el Ético sublevado) lo somete a un duro interrogatorio en la torre central. Allí sondean las memorias de Burton para identificar al renegado a través de sus ojos. En vano, pues el astuto rebelde manipula clandestinamente la computadora planetaria y engaña a sus compañeros del Consejo haciéndoles creer que el cautivo ha olvidado la entrevista. Pero Burton retorna al valle del río con su me­moria intacta...

En el segundo volumen, ‘El fabuloso barco fluvial’, Sam Clemens (Mark Twain reencarnado), proyecta fabricar un gran barco de paletas para remontar el Río hasta un lugar cercano a sus fuentes desde donde continuar a pie en busca de los Éticos y su torre. Hermann Goering, arrepentido, es ahora pacifista y miembro de la Iglesia de la Segunda Oportunidad, por ello se opone a la construcción del barco que, de todos modos, resulta frustrada durante años pues el planeta carece de hierro y metales pesados. No obstante, X interviene desviando un colosal meteorito de ferroníquel al Valle, del cual Clemens —ahora asociado con Juan Sin Tierra (hermano menor de Ricardo Co­razón de León)— obtiene el anhelado metal. Sin embargo, Juan de Ingla­terra traiciona a Clemens y se roba el barco apenas finaliza su ensamblaje. Esto ocasiona un choque tras el cual Sam Clemens y algunos partidarios (como Cyrano de Bergerac) son lanzados al agua. Sam jura venganza y comienza a cons­truir otro barco para perseguir al pérfido Juan...

En el tercer volumen, ‘El oscuro designio’, Clemens y su gente terminan un segundo barco (tras vencer penalidades y nuevos intentos de terceros por robarlo). Una vez dicha embarcación zarpa, otros ciudadanos del país ribereño de Parolando (fundado por Clemens, y dónde la tecnología ha alcanzado un cierto desarrollo) fabrican un dirigible con el cual alcanzan el polo norte y llegan a la torre donde sólo uno de los tripulantes consigue ingresar a la edificación, y desaparece. En el viaje de retorno, los comandantes averiguan que el propio X (más incógnito de lo que ya es) se esconde entre la tripulación, pero éste huye, y hace volar la aeronave con una explosivo plástico que deja en su interior. Burton, por su parte, descubre que los Éticos tienen agentes infiltrados entre los humanos (algunos entre sus propios compañeros, incluidos un ‘falso’ Peter Jairus Frigate y el extraterrestre Monat). El verdadero Frigate, a su vez, se encuentra con Jack London y Tom Mix con quienes fabrica un globo al estilo de las novelas de Verne para explorar el planeta. Su travesía también concluye en desastre porque el globo se incendia, pero los acerca a Burton...

En el cuarto volumen, ‘El laberinto mágico’, Burton y el Peter Frigate auténtico, quienes se convertirán en inseparables, se encuentran. El ‘No se alquila’ y el ‘Rex Grandissimus’ (como se llaman respectivamente los dos barcos, el de Sam Clemens y el del rey Juan) traban combate con sus formidables armamentos (pese a las súplicas del cada vez más piadoso Goering). Las dos naves naufragan en la escaramuza, y sus comandantes perecen junto como la mayoría de sus tripulaciones. Burton (enrolado entre la gente de Juan Sin Tierra) y Cyrano de Bergerac sostienen el más formidable duelo a espada de la historia, Cyrano pierde y se rinde pero Alice, la compañera de Burton lo liquida de un balazo. Burton llora. Él y algunos otros se salvan. En un modesto barquichuelo, sobrevivientes de ambos bandos prosiguen remontando el Río tan lejos como pue­den, después escalan la imponente cordillera anular que encierra el mar polar ártico. Burton sospecha que uno de los integrantes de la expedición es X. Más adelante ingresan a la torre por una acceso secreto dejado por el propio X, de quien luego Burton descubre la identidad. La torre está abandonada y deteriorada (pues sus habitantes los Éticos y sus Agentes fueron muertos por X hace tiempo sin posibilidad de resucitar). Un mecanismo que filtra el agua marina está bloqueado y el cerebro viviente de la Computa­dora a punto de fenecer. Si muere antes de que el mecanismo sea arreglado el proyecto fracasará y las grabaciones de los cuerpos se perderán.

El ex nazi Hermann Goering, antiguo Reichsmarschall del Tercer Reich, alcanza al grupo. Se ha retractado de sus actividades en la Tierra y es casi un santo de la Iglesia de la Segunda Oportunidad que arriesga su vida para hallar la válvula estropeada y reponerla. Falla, y muere. Tras eso, la Computadora está condenada a sucumbir y con ella las ilusiones de eternidad de treinta y cinco mil millones de terrestres. Pese a ello, la antigua compañera de Burton, Alice Liddell Hargreaves (la misma Alicia para quien Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como Lewis Carroll, escribiera “Alicia en la país de las maravillas”) que está en el grupo, halla astutamente una forma para suprimir el protocolo suicida de la Computadora a la cual libera de sus inhibiciones, y así salva el pro­yecto. En tal forma la humanidad del Valle obtiene el extra tiempo que Loga, el Ético rebelde, asevera que todos requieren para conseguir el desarrollo ético adecuado y ‘Seguir Ade­lante’. Al final, se aprestan a reanudar el proyecto según el plan inicial (salvo que los camaradas Éticos de Loga y sus emisarios seguirán muertos para evitar que interfieran)...

En el quinto libro ‘Dioses del Mun­do del Río’, diez personas manejan la computadora central y por ende el planeta. Tienen poderes casi divinos. Ellos son: 1. Loga (el Misterioso X, resucitado y educado por extraterrestres en el Mundo Jardín, quien murió en el siglo XII a. de J. C., asesinado, a los cuatro años de nacido. Y nieto del rey Troyano, Príamo. Es, además, el único sobreviviente del viejo Concejo de los Éticos), 2. Li Po (gran poeta y espadachín de origen turco-chino nacido en 710 y muerto en 762), 3. Puñado de Estrellas (sufrida y desquiciada mujer contemporánea y compatriota de Li Po), 4. Tom M. Turpin (pianista americano de raza negra nacido en Georgia en 1871 y muerto en St. Louis en 1922), 5. El barón de Marbot (veterano de las guerras napoleónicas nacido en 1782 en Francia donde murió en 1854), 6. Nur ed-Din el-Musafir (moro español, nacido en 1164, y musulmán heterodoxo de la secta sufi. Muerto en Bagdad en 1258), 7. Aphra Behn (inglesa nacida en 1640 y fallecida en 1689, espía en Holanda para el rey Carlos II y la primera mujer de su país que vivió de escribir literatura), 8. Peter Jairus Frigate (un escritor norteamericano de ciencia ficción, nacido en 1918 y muerto en 1983, quien además es una maravillosa forma del autor de incluirse en sus novelas), 9. Alice Pleasance Liddel Hargreaves (nacida en Inglaterra en 1852 y fallecida allí en 1854, inspiradora de la Alicia de las obras de Lewis Caroll) y por último el ya mencionado Sir Richard Francis Burton.
No tardan en descubrir las responsabilidades de ser dioses. Primero Loga desaparece, asesinado al parecer. Varios de los otros se dedican a resucitar a diferentes personas que les interesan (Puñado de Estrellas, revivida por Li Po, es la primera). Estas personas reviven a su vez a otras tantas y la torre, aunque enorme, acaba saturada. Cunde el desorden. Burton está desesperado. En una fiesta ofrecida por Alice en su ‘reino privado’ irrumpen millares de androides diseñados según los personajes de las obras de Carroll y atacan a los humanos. Es una carnicería.

Únicamente se salvan Burton, Alice, Li Po, Frigate, Sir William Gull (quien antes fuera Jack el Destripador) y Puñado de Estrellas. Esta última es la causante de todo pues ha enloquecido tras ser violada por uno de los revividos (en la Tierra había sido abusada varias veces) y conspira con la computadora para exterminar a sus congéneres y destruir el proyecto. La subsiguiente batalla entre los cinco y Puñado de Estrellas concluye con la derrota de ésta (quien es congelada, para siempre, por criogenia). Gull resulta, asimismo, muerto.

Entonces reaparece Loga, todo el tiempo ha estado vigilando a los demás humanos para ver como se las apañaban en la administración del Mundo Río. Tras un periodo de tensa calma, Burton y los demás advierte cuan poderoso y caprichoso es Loga. Aunque afirme lo contrario es una amenaza para todos. Está loco. Burton lo neutraliza y, tras engañar a la computadora, obtiene el mando. Días después, Burton, Li Po, Frigate y Alice ordenan a la computadora revivir a sus amigos y, salvo a algunos criminales horripilantes, a todos los que han fallecido en el Mundo del Río (donde, entretanto, el proceso de resurrección se ha detenido). Además deciden revelar al resto de la humanidad la verdad completa, sin ocultar nada. Quedan 30 años terrestres antes de que arribe un nuevo comando de Éticos procedente del Mundo Jardín; por ello, se convoca una reunión y los ciudadanos de la Torre brindan por sus logros y analizan las perspectivas de futuro. Saben por la computadora que, si lo desea, el género humano podrá retornar a la Tierra (que ha sido reacondicionada para ello por los Éticos). Pero Burton plantea una insólita alternativa a quienes lo apetezcan. Pueden renunciar al destino programado por lo Éticos y aventurarse en lo ignorado a bordo de una nave interplanetaria construida por la omnipotente computadora.

Estos son los apartes finales:
“«Habremos rechazado el Cielo prometido de la Tierra. Pero nos llevaremos algo del Cielo con nosotros y, estoy seguro, más que una pulgarada de Infierno. ¿Puede existir el Cielo en un vacío? Sin Infierno, ¿cómo podremos saber que estamos en el Cielo?
»Os pregunto, amigos míos, y también a esos que quizá no me aprecian demasiado, ¿qué debe ser? ¿La nueva Tierra? ¿O lo desconocido?
Su auditorio permaneció en silencio. Entonces Frigate dijo en voz muy alta:
—¿Es todo esto retórico? ¿Adonde vas a ir tú, Dick?
—Tú sabes donde —respondió Burton.
Y mientras agitaba su mano para indicar las estrellas agregó:
—¿Quién se viene conmigo?”.

Yo estoy con Burton, pero quizá ustedes deban leer los libros antes de elegir.

Alcances del viaje imaginario
Ahora que volví del Mundo del Río me rehúso, más que antes, a aceptar la tendencia a convertir el cine en sustituto de la literatura. Lo considero un valioso abrebocas, un complemento. Pero no un reemplazo. Un película es una invitación a conocer la historia, la novela o el cómic, que permitió hacerla realidad. Las buenas películas, si hubiera mayor conciencia cultural al respecto, deberían causar gula cognitiva. Hacerte salir del teatro ansioso de aprender más sobre los escenarios, sobre las épocas, sobre los actores o sobre los personajes a quienes estos caracterizaron; en fin, sobre cualquier cosa relacionada con el filme. Por desgracia la superficialidad está a la orden del día y asumimos que la imagen s condensada sustituye a la lectura extensa. Y no es así. Se perfeccionan mutuamente, y es ideal que no se excluyan. Creer lo contrario es concederle a la mente unas pretensiones tan amplias como las que el régimen Talibán brindaba a las mujeres afganas.

Para hacer frente al reto del siglo XXI el imperativo pedagógico es estimular la lectura al estilo antiguo; máxime de la ciencia ficción, un género la cual el pensador argentino Pablo Capanna definió como la “literatura de la imaginación disciplinada”. Es especial pues ha prosperado fuera de las corrientes literarias principales (el ‘mainstream’ como las llaman en el mundo anglosajón) y enriquece a sus lectores con recursos expresivos, argumentos y orientaciones que hacen más llevadero el consumismo repetitivo.

Los diseñadores, quienes tienen que confeccionar los entornos objetuales y gráficos de un presente que se reinventa cada día, habrán escuchado con frecuencia decir a sus académicos de cabecera que compete al diseño acercar los aspectos científicos y humanísticos de la cultura. La ciencia ficción, que facilita comprender los deseos ocultos de la civilización industrial, es la herramienta ideal para ello pues incorpora una mitología de lo racional que suministra materiales para construir un puente sobre el abismo que separa el saber del ser.

Con la misma fiereza de Aquiles y Héctor, colisionan en nuestra época las energías antitéticas de la globalización y el pluralismo, del neoliberalismo y la diversidad. Irónicamente, un choque tan estremecedor (que se manifiesta en las relaciones internacionales, en las noticias, en los negocios, en los entretenimientos, en las religiones y en la educación) pasa desapercibido para el individuo promedio ‘drogado’ por la angustia del día a día. Una dosis de ciencia ficción, en cápsulas de algunas horas semanales, permitiría a muchas personas observar sus quehaceres desde un punto de vista externo. Reflexionar para revisarlos, e incluso remodelarlos, en alguna medida.

Ensanchar la realidad
En la era de la aldea global, es saludable trascender ocasionalmente la mansedumbre del enfoque local que busca soluciones simples para problemas locales y aventurarse a inventar escenarios planetarios. También la ciencia ficción necesita del diseño para remediar los conflictos que denuncia. Pues la polución, el terrorismo, el racismo o la separación del mundo en bloques de poder tienen que ser afrontados desde las disciplinas específicas con la decisión de los profesionales, no desde el arte que entonces perdería su esencia.

Una mayor penetración de la ciencia ficción extranjera (americana, rusa, francesa, argentina) en la sociedad colombiana podría estimular el nacimiento de una escuela local del género; y ambas cosas predispondrían a su vez favorablemente a la población local (o al menos a buena parte de ella) hacia la novedad. Tal es función principal de la ciencia ficción: estimular la curiosidad, asombrar la imaginación, incentivar la exploración de ese futuro que el diseño promete mejorar.
La saga del Mundo Río es uno entre muchísimos ejemplos del género donde confluyen el espacio interior y el exterior del autor (y, a través de la comunión con los lectores, también de su público). Farmer entremezcla diversas gentes razas, latitudes y épocas reales; y ‘diseña’ el hipotético escenario en que ello tiene lugar según su mitología personal y con el protagonismo de sus personajes históricos favoritos (incluido entre ellos el otro yo del propio Farmer: Peter Jairus Frigate).

Otro tanto podrían hacer los grandes diseñadores de nuestro país si asimilan el elemento artesanal tradicional y lo enriquecen con sus visiones modernas (actualizadas por su flamante educación) para ensanchar la realidad contemporánea. Un diseño estructurado así contribuiría a manifestar, recrear y materializar elementos del mundo interior grupal, del inconsciente colectivo, de quienes constituyen la sociedad en que se profesa.

Recordemos que las utopías (del griego ‘ou’, no y ‘topos’, lugar), en tanto descripción de lugares inexistentes, y las ucronías (del griego ‘ou’, no y ‘khronos’ tiempo), en tanto representaciones de épocas imaginarias, son el tema conductor de la ciencia ficción que se ocupa de plantear alternativas al mundo conocido. Y de trazar caminos que como arte le es imposible recorrer.
Pues bien, el diseño sí puede explorar eso senderos, en especial si quienes lo ejercen sacrifican sus certidumbres a medida que aumenta su conocimiento y su experiencia.

Así las cosas, hay algo que es evidente, tanto el diseño como la ciencia ficción (y la mayoría de las profesiones de vanguardia) prosperan en los mismos ambientes, esto es, en aquellos en los que el ser humano desafía su ignorancia y reivindica su capacidad de asombro.

Lastimosamente demasiados colombianos continúan sin aceptarlo.