sábado, diciembre 02, 2006

La verdad nos hará libres E33

¿La verdad nos hará libres? E33
Solicitaba EL ESPECTADOR, en su editorial de la semana del 19 al 25 de noviembre de 2006, la búsqueda denodada de la verdad en lo referente a “los primeros asomos de esclarecimiento de la penetración paramilitar en las altas esferas del poder”; pues bien, dicha solicitud alcanza, tras lo sucedido en los últimos días, dimensiones poco menos que épicas.

Se les dijo, se les advirtió, se les recomendó... según decía el humorista, pero una muy terca opinión —encandilada por propagandistas que magnificaron en grado superlativo la gestión y los alcances históricos de la faena del Presidente Uribe y de todo cuanto con él se relaciona—, se limitó a hacer caso omiso, a las voces preocupadas por la estabilidad democrática (de varias mentes lúcidas, quienes desde la tribuna periodística han mantenido la cordura en medio de tamaña exageración), y entretanto las mayorías hacen caso sumiso del encantamiento retórico con que los cortesanos palaciegos emboban a cuanto crédulo ablandabrevas se ponga al alcance de la sofística obduliana. Y he ahí el resultado: numerosos parlamentarios, todos miembros de la coalición uribista, están hoy en entredicho por eventuales nexos con lo más despiadado de nuestra fauna criminal. ¿Debemos creer ahora que el Mandatario que sábado a sábado da muestras de saberlo todo (incluso cuantos bombillos deben reemplazarse en el alumbrado público de la vereda más remota del municipio más distante) fue engañado por muchos de sus más señalados lugartenientes y valedores quienes a “sus espaldas” (¿dónde habremos oído eso antes?) entraban, presumiblemente, en entendimientos y alianzas con caudillos de grupos paramilitares?

Tristemente se hace patente lo que, tarde o temprano, se veía venir: la careta de consenso con que se intentó disfrazar el proyecto del Gobierno está resquebrajándose, y mientras el material da señales de fatiga, surge poco a poco el autoritarismo mercantil ocultó bajo ella. Incluso si se reconocen las presuntas bondades de aquella seguridad democrática, de todos conocida, de muchos aceptada y de poquísimos entendida, nada acalla el gran interrogante ¿habrá honestidad democrática? Ciertamente, todo indica que nuestro sistema político, dados los incontables engaños que lo mancillan, es a la fecha más una ‘democresía’ que una democracia pues una hipocresía monumental lo intoxica por doquier.

Reconozcamos pese a ello (a todo señor todo honor) la valentía y exquisitez oratoria que exhibió el cuestionado senador Álvaro Araujo cuando intervino el pasado miércoles en el debate promovido por el Polo y el Partido Liberal contra su hermana la canciller. Su fraternal defensa de las gestas de la “Conchis” y del resto de su familia, es tan admirable como difícil de creer. Totalmente, al menos. En especial por esa perspicacia de la cual hizo gala la propia emplazada, al mejor estilo presidencial desviando el tema, y dedicándose al mero encomio autobiográfico, sin jamás responder a cuanto sus impugnadores preguntaban. Bien dicen por ahí que, a veces el silencio vulnera la verdad aun más que la falsedad. Pasado el chaparrón verbal, tras horas de tiras y aflojes, quienes seguimos por el canal institucional la polémica entre tantos honorables padres y madres de la patria quedamos más perdidos que al principio. Sin punto final a la vista. Pero eso sí, vislumbrando, cada vez en mayor cantidad, repugnantes puntos suspensivos. Es más, ante tanta aparente connivencia y maridaje entre los más prestantes empresarios y políticos y los más inicuos criminales, hasta surgen dudas acerca del dichoso Proceso de Paz con los paramilitares. ¿Puede haber armisticio con grupos contra los cuales medio estado al parecer jamás estuvo en guerra?

Tanto peor es que ya se acerca el frenesí consumista de la navidad, y la ola decembrina del “deje así” pronto lo cubrirá todo. De nuevo vendrán los pillancicos, de los mismos shogunes regionales que se amangualaron con mafias pseudomilitares, sobre todo en la costa caribe, para convertirse en amos de vidas y bienes mientras arriaban hacia las urnas, ya a punta de fusil ya a punta de dádivas electoreras a las mismas multitudes que entre sumisas y aterrorizadas siempre concluyen haciendo lo que a sus amos mandan. Por supuesto, no todos somos responsables de ello y por supuesto, también, sería una monstruosidad culpabilizar a todos los señalados sin que la justicia haya fallado pronunciado con el debido sustento probatorio. A la fecha solo hay sospechosos. ¡Y muy célebres, por cierto¡

Ojalá haya forma de evitar que las cosas continúen así. Quiera el destino que en la provincia colombiana este fin de año deje de entonarse, como en tantos otros, el hampón pistolero lero lero mientras se juegan los macabros aguinarcos. Acaso si la Corte y el Fiscal obran como se debe, se logre sepultar la era de Paparamilitar Noel y los reyes malos (Malhechor, Matar y Asaltar). Es hora de que los niños y los campesinos dejen de recibir plomo, infierno y minas. Venga el punto final ¡sí¡ pero para tanta desliz vanidad y para tanto protervo año nuevo. Basta ya de esa anormalidad patológica en la vida nacional. El país requiere un poco, aunque sea muy moderada, de complacencia justificada. Por fin, una auténtica nochecita de paz.

Ahora bien, si las investigaciones revelan que hubo errores del Gobierno y sus aliados, ellos son respetables e incluso disculpables, porque a menudo son inevitables; pero sin cuartel contra la mentira, contra el engaño deliberado que se enfile toda severidad y todo desprecio. Ojo avizor, oído vigilante, señora opinión pública. ‘Vox populi, vox Dei’, reza la locución latina para señalar que el juicio popular equivale a la voz de Dios; por desgracia, en nuestro medio, dicha expresión ha sufrido una alteración tragicómica: ‘Vox populi, Bugs bunny’... Y es que, históricamente, nos han metido conejo tantas, pero tantísimas, veces. Esperemos pues que ésta sea la excepción, encomendémonos al Niño Divino cuyo nacimiento nos aprestamos a rememorar para que ilumine a quienes corresponda esclarecer tan atroces problemas; pueda ser que él los faculte a ellos para desenmascarar y derrotar a cuanta mentira quiera pasar de agache: solo así se sentarán bases firmes para un digno porvenir.

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