viernes, abril 07, 2006

El ideal retórico: E26

En Abstracto 2.0

El ideal retórico
(No. 1) Originalmente escrito en 7 de septiembre de 2002

En su actuar el diseño reúne la habilidad, la experiencia y el saber humano para modelar el ambiente en dos sentidos: Hacia lo posible en la satisfacción de las necesidades físicas y psicológicas del hombre, y hacia lo trascendental en la concreción de sus anhelos profundos.

En Colombia el diseño de todo tipo es extraño al ciudadano común quien lo percibe en un espectro que va de lo caprichoso y suntuario hasta lo enigmático y esotérico.

Algo insólito en el trajín cotidiano.

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Las personas ajenas a esta ciencia y con nociones más que promedio apenas si identifican “proceso de diseño” con “proceso de solución de problemas”.

¿Por qué? si hay profesiones relacionadas con el dichoso diseño que llevan décadas en la bolsa laboral.

Muchas razones pueden esgrimirse: la inefable situación económica nacional, el desorden público, un atraso cultural en el pensamiento masivo, y todo lo que se pretexta a falta de explicaciones concluyentes.

Estoy en desacuerdo.

Porque tengo otra hipótesis.

Endiosamiento
Aunque varios veteranos gurués, y otros tantos calificados novicios de la nueva generación se crean notables intérpretes de las pretensiones populares, el diseño nacional es una actividad cerrada en la cual salvo los mismos diseñadores nadie opina.

Unos por pedantería otros por ingenuidad, muchos diseñadores más papistas que el Papa desatienden los gustos reales del colombiano en formas, materiales y demás aspectos. Asumen erradamente que gracias a ciertas técnicas académicas (que todos mencionan pero ninguno define) conocen más del problema dado que el emproblemado en cuestión y así la élite del diseño, en tanto trata de emerger se encierra en un ámbito exclusivo donde un diseñador sólo interactúa realmente con otros diseñadores.

El resultado: diseños magistralmente concebidos e incapaces de captar los anhelos y colmar las necesidades del usuario colombiano.

Y millones de pesos menos para la industria.

Por eso, y junto con el número de profesionales, aumenta la reacción contra un diseño esnobista que dogmatiza sobre hipotéticos consumidores mientras margina la tradición de la gente en este país. La historia de Colombia es la de la lucha de sus hijos por expresar sus gustos, su propia idiosincrasia, su estilo personal y una imagen de sí mismos a través de lo que usan y compran. Con total menosprecio del criterio ajeno. Conservadores y liberales, ricos y pobres, católicos y comunistas, guerrilleros y paramilitares, todos aquí ensalzan su opinión y niegan la de los demás sin conocerla.

Seducción
Para evitar perpetuar ese nefasto rasgo, el diseño colombiano requiere un ideal retórico que le permita mostrarse como actividad compartida entre los que diseñan sistemas, artefactos y entornos, y los que los fabrican, y los compran. Y los usan.

Tras descubrir el agua húmeda, señalo que desde siempre la retórica se entiende sólo como el estudio de la conversación y la escritura convincentes. En realidad, es también el arte de la persuasión y de muchas otras cosas.

Un diseño retórico es imperioso para crear un discurso seductor.

Tal discurso es el mensaje conceptual que el diseñador transmite a la sociedad en la cual se inserta su actuar y, además, el acto de la razón que deduce un proyecto “consecuente” del análisis de una problemática “antecedente”.

En su ideal retórico, el diseño propone las soluciones que consigue y asimismo los medios de comunicarlas al gran público. Por supuesto involucra con rigor dialéctico, filosófico y casi religioso los argumentos acerca de la sustancia, la verdad, la razón y la validez de las creaciones del diseñador.

Se educa al diseñador para tratar objetivamente el contenido y la cualidad, la forma y la función de sus elaboraciones, y se le desanima de revelar lo subjetivo del estilo y las apariencias.

Esa formación resulta incompleta.

Amabilidad
Pues aunque sus creaciones “hablen”, el contexto cambia y el diseñador ha de acompañarlas siendo militante y comprometido. El asunto es más de sinceridad que de engaño o superficialismo porque los medios son inseparables del significado y el “cómo”, (y bajo qué estado anímico) se diseñó algo, otorga tanto sentido como el “qué” se diseñó.

En consecuencia, el ideal retórico que planteo esgrime unas nociones genéricas de discursiva elemental y estudia el arraigo de la creación de diseño hasta involucrar, aparte de su contenido proposicional, su impacto emocional en el usuario.

Es magnífico que la solución de diseño se exprese por sí misma, pero si al tiempo el diseñador lo hace tanto mejor.

Dos expresan más que uno.

Cuando se examina la historia del objeto, del vestido y de la gráfica en Colombia, antes de las modernas facultades universitarias y del surgimiento de tantas pequeñas francias, italias y alemanias gremiales entre nosotros se observa que entonces había algo cálido que ha desaparecido actualmente. Algo cuya esencia sobrevive en esas regiones campesinas en las que el miedo a las minas quiebrapatas y a los violentos no consigue apagar la manera amable de saludar al forastero.

En el resto del país el diseñador dirige al inexperto un discurso demasiado petulante y terriblemente formal. Sin sentido educativo y en un dialecto cuya principal característica es explicar lo menos posible.

Si los serios sacerdotes académicos dicen que es lo correcto.Tienen razón. Pero cuando digo que no es lo mejor, también yo la tengo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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