martes, abril 11, 2006

Sobre letras y pelotas E30

















Letras peloteadas
Por: Alfredo Gutiérrez Borrero


A juzgar por los comentarios de Andrés López, la “Pelota de letras” alude, más que a la esférica de caucho grabado, a la condición de quienes (¿cual pelotas?) emiten y reciben palabras cuyo cabal significado ignoran. Todo conforme enseñara Lafayette Ronald Hubbard, quien en su obra “Dianética” (donde compendia la doctrina desde la cual desarrolló la cienciología o religión del “saber sobre el saber”) prescribe jamás pasar por alto palabras incomprendidas pues tal acto propicia toda confusión. Sin embargo, es paradójico que, mientras con cada función López disloca de risa al público, su bufo despliegue de sociología cotidiana estigmatiza, sin precisar jamás su genuino sentido, varias expresiones de irrefutable vigencia lingüística. Tristemente, la credibilidad y credulidad suscitada por “Pelota de letras” en millones de espectadores (la mayoría incapaces de distinguir el gracejo de la realidad) podría —pese a retratar con acierto el abismo entre la pretensión y el logro en varias generaciones de compatriotas— mutilar el patrimonio verbal colombiano.

Ahora bien, insulso como repetir elogios prodigados por tantos medios de comunicación a las evidentes habilidades del comediante, sería asumir que “Pelota de letras” fue vista por todos, o resultó de general agrado. Seguro suscitó también bostezos y enfados; y habrá quienes convengan en que algunas objeciones ennoblecen la manifestación artística ampliando sus alcances. Como sea, las pelotas (globos de goma elástica usualmente recubiertos de pelo de cabra, o ‘pelote’ —por ello su nombre— y forradas en cuero o caucho) provocan el juego. A riesgo de aparecer aguafiestas, dialéctico en este caso.

Sé que razonar sobre pelotas ajenas amadas por la opinión, genera suspicacias; pero tal como los viejos críticos del palco en el Show de los Muppets, considero el disenso mejor complemento del arte que la idolatría. En consecuencia, indemnizaré varias colombianísimas muletillas pues pienso, tras ver cómo López zahiere escénicamente su empleo, que un epidémico temor al ridículo podría erradicarlas del habla nacional, Algo lamentable, ya que, por risibles que suenen, sereno, chiflón, bandearse y otras expresiones son legítimas integrantes del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) con más derecho al favor popular que tanta proactividad, empoderamiento y serendipia advenedizas en nuestra lengua (sin mencionar benchmarking, rafting, outsourcing y demás anglicismos colonialistas). Pruebe quienquiera a escribir ‘bregar’, o ‘acomedirse’ en un procesador de texto Microsoft Word con corrector ortográfico habilitado para idioma español y constatará ausencia de subrayados rojos que señalen incorrección. Hasta los abonados de Bill Gates aceptan su autenticidad y eso amerita litigar su caso.

Sereno moreno y gruñón chiflón
Hasta serenos diurnos menciona López. Menuda rareza, por cuanto “sereno” sólo aplica a la humedad atmosférica nocturna (del latín “serum” que significa tarde o noche); por ello “al sereno” traduce “a la intemperie de la noche” (y como “intemperie” es “desigualdad del tiempo”, sí puede haberla diurna o nocturna). Así, los mexicanos, entre otros, llaman “serenos” a los vigilantes nocturnos (por ventura López vio a alguno de día), y nosotros “serenatas” a ciertas veladas musicales noctívagas para agasajar seres queridos. Por supuesto, hay otro “sereno” de diferente raíz latina que califica días despejados o, figurativamente, a personas apacibles; pero dudo que a nuestros padres los horrorizaran las personas tranquilas o temieran que un día despejado produjese pulmonía.

Lesiona también el saleroso Andrés al hermoso sustantivo “chiflón”, según designamos en América a una “corriente sutil de aire silbante que se introduce por los resquicios”, derivado de “chiflar”, que es pitar con el silbato denominado “chifla” o imitar con la boca su sonido. Asimismo, el DRAE solventa al dilema lopista de si es dable bandearse solo o acompañado al definir “bandear” como “ingeniárselas para satisfacer las necesidades de la vida o salvar dificultades” (algo factible para los padres de López, o los de cualquiera de nosotros, solos o acompañados). Otro término peloteado que exige reparo es “acomedirse”, el DRAE lo describe como usado en América (no solo en Colombia) para “prestarse espontánea y graciosamente a hacer un servicio”. Así, el “acomedido” es servicial y obsequioso; y el “desacomedido”, desatento y desconsiderado.

¿Televidentes ensotados?
Continúan las rehabilitaciones con el término “ensotarse”, que acongojara a López cuando sus progenitores le reprochaban su afición a la pantalla chica (“mírelo, todo el día ensotado viendo televisión”). Gracioso pues “ensotarse” implica ocultarse en un “soto” —del latín “saltus” para “bosque”— o lugar lleno de malezas y árboles (algo desbarajustado tendría López su dormitorio). Más ilustre prosapia tiene “bregar” que, contra lo argüido por Andrés, no emana del dialecto de las amas de casa de Modelia, sino del habla de los godos, quienes tampoco eran Laureano Gómez o Mariano Ospina sino un antiguo pueblo germano que produjo varios famosos reyes de la península Ibérica (incluido el desafortunado Rodrigo quien, aunque bregó mucho, sucumbió, en 711 ante los moros en la batalla de Guadalete). Del godo “brikan” para “golpear” nace “bregar” que el diccionario incluye como: “Luchar, reñir, forcejear unos con otros”, “ajetrearse, trabajar afanosamente” o “luchar contra riesgos o dificultades”. De ahí que los papás de López y demás “guayabas”, como yo que soy modelo 68, bregaran por educarnos tanto como el infeliz Rodrigo contra los moriscos en Guadalete. Ah, y la conjugación correcta es: yo brego, tú bregas, etc. (si dices “yo briego” eres, al decir lópezco, una “garra” como denunciará el subrayado carmesí tras teclear la palabra en el computador).

Oreadas y escarapeladas
Merced a “Pelota de letras” hay verbos casi desahuciados. Como “orear”, que el comediante juzga extraterrestre (de aire que en latín es “aura”), y concierne a cuando algo o alguien es refrescado por el viento, o secado al aire, o liberado por éste de humedades u olores (los campos se orean, etc.). Más vapuleado por López resulta “escalabrar” (“¿Qué es? o, mejor, ¿cómo se escribe?”, pregunta). Simple, es otra variante aceptada por el DRAE de “descalabrar” que mezcla el prefijo “des”, para “fuera de”, con “calavera”, y corresponde a “herir o herirse en la cabeza (¿hasta que asome la calavera?) e incluso en otras partes” o a “Causar daño o perjuicio”. Igualmente urge salvar del descalabro, a labios del cáustico López, el “escarapelar” tan caro al bogotano para nombrar la muda de piel forzada por exceso de luz solar tras holgarse en veraneaderos vecinos, verbigracia Melgar, Tolima. Aquí, el DRAE refiere que, donde otros hispanohablantes se “descascaran y resquebrajan”, colombianos, costarricenses y venezolanos se “escarapelan”. Asimismo desdeña López los vocablos “calzar” (“cubrir el pie con calzado” según el DRAE) y “sentar” del cual comenta el diccionario: “tratándose de comida y bebida, ser bien recibidas o digeridas por el estómago. Utilizase también como negación con los adverbios bien y mal”. Acaso la única voz merecedora del vilipendio pelotaletresco es “teni”, irregular singular del calzado deportivo, aunque el DRAE advierte que “tenis” es plural, así que, de validarse un singular, este sí sería “teni”, expresión que jamás oí salvo en chistes contados entre amigos.

Descargos
Semanas atrás comenté a mis alumnos en la universidad que casi la generalidad de las palabras cuyo uso López volvía broma eran correctas, y me asombró el escepticismo que exteriorizaron. ¡Muchos creían, debido a “Pelota de letras” (horror) que eran todas yerros idiomáticos! Eso motivó comenzar lo que ahora concluyo. Por demás, aplaudo la amalgama de los calzones que Heidi exponía al bobalicón Pedro en cada saltito por la campiña alpina, y la estudiada elegancia de las mamás colombianas del siglo pasado danzando el “San... San... Fernando”, o el comején de Wilfrido, con una vaharada de emparedado de huevo añejado medio día en lonchera metálica con repujados de Lee Majors, alias Steve Austin, alias el Hombre Nuclear. Bien dijo Chaplin que al final todo es chiste, y si es muy bueno, fuera de reír, hace llorar. Humedecieron mis ojos las evocaciones que López hizo de “El Show de Jimmy”, de Maya, la abeja graciosa y de su trágica contraparte José Miel; vibré viéndolo cantar el tema de Mazinger Z y especialmente en la apoteosis final de su acto con la melodía de Seigi no Ashiru Mono Gekko Kamen, o mejor Centella el justiciero que protagonizó los sueños pueriles de mis contemporáneos. Con él mi memoria revivió al “Chico Marino y la Patrulla Oceánica”, al “Agente S5” y a “Tritón del Mar”, trozos de una infancia extraordinaria en este Bogotá amado por siempre jamás.

Bien hecho, López, diste más brillo a un ¡viva Colombia! y lo agradezco, aunque ¡oh, magno adalid del significado revelado!, desvirtuaste también muchos entrañables vocablos criollos.

Disculpa tanta comilla, pero es indigno dejarlo así.


2 comentarios:

ANDRES LOPEZ dijo...

Muy divertido, gracias por la ayuda. La connotación de la obra se refiere de manera divertida a ¿por qué tenerle tanto miedo al sereno?. La inspiración me llegó cuando un amigo llegó a Colombia después de una estadía larga en Londres y se trajo a sus amigos británicos a Bogotá, subieron a la Calera, y todos ellos estaban en camiseta, mientras todo el mundo estaba con el inseparable saco o la chaqueta.

Yo entendí en ese momento que la noción paterna de frío era una cosa dura de comprender, y que había un temor irracional a algo llamado "sereno", que en México también se le dice así al "celador". Y la verdad, hasta a Coveñas puede llegar el tal sereno. Un temor casi venido de la época de la peste bubónica, donde se creía que era el frío el que causaba todas esas adversidades gripales y molestias pulmonares.

La Pelota de Letras es un ensayo directo acerca de nuestra relación como comunidad a lo que nos llena de miedo, tarde o temprano nos daremos cuenta que todo temor y sus consecuencias siempre son infundadas, y que tenemos que confrontar esos miedos.

Y hasta el chiflón; yo desde niño me preguntaba ¿cómo hace la ruana para abrigar, si no tiene nada por debajo?. Esas pequeñas preguntas viendo a mi abuelo en las madrugadas quejándose por el chiflón que lo cogió recogiendo el periódico en el garaje de la casa.

Chiflón y Sereno, así como el Piso, son temores rarísimos en los papás. Las nuevas generaciones salen a rumbear en camiseta, y las niñas se ponen unos descaderados que dejan los riñones a la "insalubre" intemperie. La comedia siempre usará ese manejo de realidades obvias para señalar elementos más profundos asociados con lo que el comediante quiere decir, se puede ver en Moliére donde al señalar obviedades genera el camino a la gran pregunta que yo me hice: ¿que hay detrás de lo obvio?, tal vez la razón que nunca hemos señalado.

Fue muy difícil estar en La Calera a 2 grados Celcius, viendo a esos extranjeros asados del calor, también fue difícil quitarse el saco de niño frente a una piscina en Girardot por la noche, pues mi mamá me tenía amenazado con la noche desde que sufrí de asma y me daba mucho miedo desabrigarme en cualquier clima.

En otras palabras, lo que hay detrás de la pregunta: ¿qué es el sereno?, es ¿vale la pena pensar en que el clima es aterrador?. El perro que corre no tiene pulgas. ¿todos estamos condenados a enfermarnos por un principio básico basado en los terrores maternos y paternos desde la crianza?.

¿Existe una crianza donde el universo es al alcance de los niños?.

Si existe.

Y he ahí la brújula contra el temor que plantea La Pelota de Letras.

Un abrazo, con todo mi agradecimiento por la ayuda siempre necesitada, y con mi admiración absoluta:

Anónimo dijo...

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